Disfrutando de una deliciosa merienda sentada en un cuco café en la ciudad de Khemissa en la provincia de Tagaste, lugar de nacimiento de San Agustín, comencé a preguntarme sobre la ideología que el propio santo tendría con respecto a la sociopolítica, partiendo de la duda de las causas de la caída del Imperio Romano.
Primeramente yo ya conocía como se encaminaban las visiones del susodicho, pero sentía la curiosidad por entenderlas más plenamente.
En ese mismo instante me sobresalté al ver entrar al mismo San Agustín, algo enfadado y aireado. Sin más dilación le invité a que ocupara el asiento vacío que había en mi mesa, y mirándome extrañado, aceptó.
Lo primero que se me pasó por la cabeza fue preguntarle el porqué de su enojo, pero me resultó algo violento, por lo que decidí comenzar nuestra conversación así:
-"Buenas tardes señor, disculpe el atrevimiento de una ignorante niña de pedirle a usted que me acompañe, pero llevo mucho tiempo estudiando su obra filosófica, y hay una duda que no he conseguido resolver con respecto a usted".
-"Dígame, pues".
Respiré hondo y organicé en mi mente cuales serían las palabras exactas con las que formularía mi pregunta. Al fin logré ordenarlas y dije:
-"¿Podría usted, señor, explicarme cuales son sus razones para defender el cristianismo frente a aquellos que lo acusan de ser ello la causa de la caída del gran Imperio Romano, pues sustituyó a los antiguos ritos?"
Por su cara y resoplido comprendí que era por esto mismo que le acababa de preguntar, por lo que se mostraba enfadado.
-"Te plantearé mi defensa en dos apartados, ¿de acuerdo? Bien...El primero es que existe una curiosa e impenetrable ceguera que impide ver a aquellos que me acusan por mi defensa, el hecho más que claro que durante el saqueo de Roma, los dioses paganos no intervinieron para proteger la ciudad. El segundo es que yo me marqué un objetivo, el de crear una "filosofía social" cristiana y la defensa de la "Ciudad de Dios". Entenderé que esto último sea algo difícil de comprender, pero lo que trato de decir es que ningún hombre debe lealtad incondicional a una sociedad terrenal."
-"Discúlpeme señor, pero, eso mismo no fue planteado por el maestro Aristóteles, cuando afirmaba que uno debía buscar una vida que fuese más divina que humana?"
-"Sí joven, así fue. ¿Continúo? Una vez que las doctrinas de los filósofos anteriores han sido expuestas a mayores críticas, y además la visión cristiana de la mitología y política pagana han evolucionado bajo el estudio del destino de Roma, no me queda otra opción que hacer florecer mi idea central acerca del pensamiento."
-"Y, si no le incomoda, y siendo esta mi última respuesta, ¿cómo logra usted eso?
-"Analizando dos tipos de ciudad, así como dos sociedades distintas, y que hayan sido organizadas a partir de diferentes tratados, con el resultado de dos finales, ambos claramente enfrentados".
Según pronunció estas palabras me acarició el pelo y se inclinó para susurrarme al oído:
"Nadie niega a Dios, salvo aquel que le convenga que no exista"
María Bautista Díaz, 2º Bach. B
No hay comentarios:
Publicar un comentario