domingo, 2 de febrero de 2014

Carta a Santo Tomás

Marcaban las 12 de la noche en el reloj del salón, y yo observaba la chimenea sin parpadear. A raíz de una serie de cuestiones, me vino a la cabeza la duda por la ética de Santo Tomás, a quien había conocido en una reunión de filósofos y sus respectivos discípulos hacía no más de una semana. Sentí una extraña sensación con respecto a este mismo autor, sin causa alguna, y por el campo de la ética, pues si era alguien a quien yo tanto admiraba, deseaba creer que su postura con respecto de la ética sería la correcta.
Así tomé pergamino y pluma y comencé a redactar una carta que enviaría a la escuela de filosofía, donde esperaba ansiosamente que él la leyera.

Sin apenas pasar 48 horas completas, recibí un pergamino atado con un curioso lazo de color cobrizo.
La carta decía así:
"Que grata sorpresa el saber de tales inquietudes en jóvenes con edades tan cortas, el saber que mi filosofía sirve de guía para muchos de vosotros.¿Cómo no responder a tus cuestiones ampliamente? 
Como bien sabrás, la ética para mi no es un accesorio más de mi colección de pensamientos, sino que supone uno de los pilares básicos sobre el cual sostengo mi filosofía. Te explicaré brevemente cuales son los ejes sobre los que giran mis pensamientos. Uno es el BIEN en todo ser, y el obrar acorde con él y con la naturaleza, siendo para el hombre la naturaleza racional. Otro son los elementos de moralidad que nos describen como debe ser una acción buena, el HECHO y el FIN, han de ser buenos, así como las circunstancias.El tercero y último es la VIRTUD, que es el acto bueno que se da por la repetición continua de un acto que se aloja en el corazón de una persona. Estos son las pautas que yo tomo para determinar la ética, así pues espero haberte aclarado las ideas. 
También leí en tu carta que me relacionabas con el gran Aristóteles en cuanto a esas virtudes, y en efecto, así es, pues al igual que él, distingo dos clases de virtudes, las morales y las intelectuales. Al tratarse de virtudes humanas, pueden llegar al exceso o al defecto, pues te recuerdo que Dios es el único ser inhumano y divino perfecto, en ausencia de faltas y errores.Así las virtudes intelectuales son la prudencia, la inteligencia, la sabiduría, etc, y las morales son la justicia, la templanza y la fortaleza.
Y para acabar, te explico que a su vez, postulo lo que anteriormente dijo Aristóteles con respecto a que toda acción tiende y esta determinada por un fin, que es el bien de esa acción.El fin último hacia el que tiende ese acto es la felicidad. Yo personalmente contemplo esa felicidad en la perspectiva del hombre hacia Dios, es decir, que se orienta hacia él. Así explico la transcendencia del ser humano, puesto que la felicidad terrenal es incompleta, con lo que estarás de acuerdo conmigo, y necesitas de la fé hacia Dios.
Un placer haber imaginado en mi mente tu sonrisa según tus dudas se han ido aclarando.
Atentamente, 
Santo Tomás."

María Bautista Díaz. 2º Bach B

Consejo de San Agustín


Disfrutando de una deliciosa merienda sentada en un cuco café en la ciudad de Khemissa en la provincia de Tagaste, lugar de nacimiento de San Agustín, comencé a preguntarme sobre la ideología que el propio santo tendría con respecto a la sociopolítica, partiendo de la duda de las causas de la caída del Imperio Romano.
Primeramente yo ya conocía como se encaminaban las visiones del susodicho, pero sentía la curiosidad por entenderlas más plenamente.

En ese mismo instante me sobresalté al ver entrar al mismo San Agustín, algo enfadado y aireado. Sin más dilación le invité a que ocupara el asiento vacío que había en mi mesa, y mirándome extrañado, aceptó.

Lo primero que se me pasó por la cabeza fue preguntarle el porqué de su enojo, pero me resultó algo violento, por lo que decidí comenzar nuestra conversación así:

-"Buenas tardes señor, disculpe el atrevimiento de una ignorante niña de pedirle a usted que me acompañe, pero llevo mucho tiempo estudiando su obra filosófica, y hay una duda que no he conseguido resolver con respecto a usted".

-"Dígame, pues".

Respiré hondo y organicé en mi mente cuales serían las palabras exactas con las que formularía mi pregunta. Al fin logré ordenarlas y dije:

-"¿Podría usted, señor, explicarme cuales son sus razones para defender el cristianismo frente a aquellos que lo acusan de ser ello la causa de la caída del gran Imperio Romano, pues sustituyó a los antiguos ritos?"

Por su cara y resoplido comprendí que era por esto mismo que le acababa de preguntar, por lo que se mostraba enfadado.

-"Te plantearé mi defensa en dos apartados, ¿de acuerdo? Bien...El primero es que existe una curiosa e impenetrable ceguera que impide ver a aquellos que me acusan por mi defensa, el hecho más que claro que durante el saqueo de Roma, los dioses paganos no intervinieron para proteger la ciudad. El segundo es que yo me marqué un objetivo, el de crear una "filosofía social" cristiana y la defensa de la "Ciudad de Dios". Entenderé que esto último sea algo difícil de comprender, pero lo que trato de decir es que ningún hombre debe lealtad incondicional a una sociedad terrenal."

-"Discúlpeme señor, pero, eso mismo no fue planteado por el maestro Aristóteles, cuando afirmaba que uno debía buscar una vida que fuese más divina que humana?"

-"Sí joven, así fue. ¿Continúo? Una vez que las doctrinas de los filósofos anteriores han sido expuestas a mayores críticas,  y además la visión cristiana de la mitología y política pagana han evolucionado bajo el estudio del destino de Roma, no me queda otra opción que hacer florecer mi idea central acerca del pensamiento."

-"Y, si no le incomoda, y siendo esta mi última respuesta, ¿cómo logra usted eso?

-"Analizando dos tipos de ciudad, así como dos sociedades distintas, y que hayan sido organizadas a partir de diferentes tratados, con el resultado de dos finales, ambos claramente enfrentados".
Según pronunció estas palabras me acarició el pelo y se inclinó para susurrarme al oído:
 
 "Nadie niega a Dios, salvo aquel que le convenga que no exista"
 
María Bautista Díaz, 2º Bach. B