Así tomé pergamino y pluma y comencé a redactar una carta que enviaría a la escuela de filosofía, donde esperaba ansiosamente que él la leyera.
Sin apenas pasar 48 horas completas, recibí un pergamino atado con un curioso lazo de color cobrizo.
La carta decía así:
"Que grata sorpresa el saber de tales inquietudes en jóvenes con edades tan cortas, el saber que mi filosofía sirve de guía para muchos de vosotros.¿Cómo no responder a tus cuestiones ampliamente?
Como bien sabrás, la ética para mi no es un accesorio más de mi colección de pensamientos, sino que supone uno de los pilares básicos sobre el cual sostengo mi filosofía. Te explicaré brevemente cuales son los ejes sobre los que giran mis pensamientos. Uno es el BIEN en todo ser, y el obrar acorde con él y con la naturaleza, siendo para el hombre la naturaleza racional. Otro son los elementos de moralidad que nos describen como debe ser una acción buena, el HECHO y el FIN, han de ser buenos, así como las circunstancias.El tercero y último es la VIRTUD, que es el acto bueno que se da por la repetición continua de un acto que se aloja en el corazón de una persona. Estos son las pautas que yo tomo para determinar la ética, así pues espero haberte aclarado las ideas.
También leí en tu carta que me relacionabas con el gran Aristóteles en cuanto a esas virtudes, y en efecto, así es, pues al igual que él, distingo dos clases de virtudes, las morales y las intelectuales. Al tratarse de virtudes humanas, pueden llegar al exceso o al defecto, pues te recuerdo que Dios es el único ser inhumano y divino perfecto, en ausencia de faltas y errores.Así las virtudes intelectuales son la prudencia, la inteligencia, la sabiduría, etc, y las morales son la justicia, la templanza y la fortaleza.
Y para acabar, te explico que a su vez, postulo lo que anteriormente dijo Aristóteles con respecto a que toda acción tiende y esta determinada por un fin, que es el bien de esa acción.El fin último hacia el que tiende ese acto es la felicidad. Yo personalmente contemplo esa felicidad en la perspectiva del hombre hacia Dios, es decir, que se orienta hacia él. Así explico la transcendencia del ser humano, puesto que la felicidad terrenal es incompleta, con lo que estarás de acuerdo conmigo, y necesitas de la fé hacia Dios.
Un placer haber imaginado en mi mente tu sonrisa según tus dudas se han ido aclarando.
Atentamente,
Santo Tomás."
María Bautista Díaz. 2º Bach B