jueves, 7 de marzo de 2013

Donaciones Condicionadas


Cada año que pasa, sobre todo en los que transcurrimos en la enseñanza primaria, nos llegan circulares a comienzos de diciembre, avisándonos de la hambruna que hay en el mundo, y la situación miserable en la que se encuentran millones y millones de personas. Y a continuación nos anuncian las donaciones que se realizarán en la segunda semana del propio mes, a países africanos, entre los que destacan Etiopía, Camerún y la República Democrática del Congo como recibidores de tales ayudas.

La cuestión me la planteo cuando observo que a lo largo del año, no se vuelven a repetir estas solidarias acciones. La única época del año en la que "nos convertimos en solidarios" es en Navidad...

Pero, ¿porque debemos ser solidarios solo en Navidad? ¿Porque no organizar "mercadillos" o proyectos a corto plazo en diferentes épocas del año, de modo que las planifiquemos de forma consecuente, prudente y con perspectivas hacia un futuro mejor, lo que hoy en día solo puede entenderse como una utopía?

Hemos sido educados en una sociedad en la cual, nos guste o no, la religión tiene un gran peso e influencia, celebrando la Navidad con un objetivo común en numerosos hogares: el mantener a la familia unida, porque la Navidad es una época para estar todos juntos, querernos y perdonar.

No se nos debe olvidar que las injusticias ocurren a lo largo de todo el año, y estas personas a las cuales queremos ayudar, no disfrutan de un descanso entre meses, sino que durante toda su vida sufrirán las desgracias, y siempre necesitarán ayuda, repito, no solo en Navidad. 



Sé que esto contado anteriormente es un tema muy común y comentado, pero jamás me cansaré de tratarlo, y lucharé, en la medida en la que pueda, por lograr cambiar una pequeña parte de este mundo injusto y superficial, así como condicional, en el que nada se hace sin un interés propio.

María B.



miércoles, 6 de marzo de 2013


La familia, ¿lazos de sangre?

Miramos hacia atrás y nos percatamos de algo que es común en la mayoría de nosotros: comidas, cenas, celebraciones, días festivos...todos y cada uno de ellos celebrados con familiares, a veces con más, y a veces con menos, pero siempre acompañados de aquellos que mantienen un lazo de sangre con nuestra persona.

En el momento en que abrimos los ojos por primera vez en esta vida, nos educan para adquirir aquellas actidudes, valores, normas, etc, propias del núcleo familiar en el cual vamos a ser incluidos. Y una de esas costumbres está en el querer a la familia simplemente por ser eso, tu familia. 

Pero, ¿y si hay alguien que forme parte de ese círculo de personas que mantienen parentesco contigo que no te cae bien, no te parece una buena persona, o sencillamente no te sientes a gusto a su lado? Hay infinidad de ocasiones en las que nos responden con algo tan ridículo y absurdo como:

"Es parte de tu familia, por lo tanto tienes que respetarle y quererle".

¿Porque? No alcanzo a adivinar el sentido de esa pregunta. Pero, por suerte, he recibido una educación que es la que hace que plantee esta cuestión, ya que, de una parte de toda mi familia (en la cual incluyo tanto la materna como la paterna), he adquirido la capacidad de razonar y valorar quienes son aquellos que me gustan, y aquellos que no. 
Poco a poco, veo y observo a todos los que forman parte de mi familia biológica, y me percato de la hipocresía que yace en sus respectivos interiores, la falsedad con la que se dirigen unos a otros, etc.

No quiero formar parte de este circo, no deseo estar con gente que no quiere estar conmigo, y viceversa. 

Es por esto que siento como parte de mi AUTÉNTICA FAMILIA a gente con la cual no comparto ninguna relación de parentesco, a gente a la que no conozco de toda la vida, ni han estado conmigo en los mejores momentos de ella, por una simple razón...no ha habido ocasión de conocerles antes.
Pero no considero esto un problema existencial, debido a que es precisamente que me asemejo a ellas, como si fuesen mi familia, porque me demuestran cada día, en cada abrazo, en cada mirada y en cada charla, lo que nuca, en 16 años, me han demostrado muchas personas con las que tengo parentesco.

Entonces,¿es la familia un lazo necesariamente hecho de sangre? ¿O bien puede ser una especial conexión con determinadas personas con las que compartes gustos, aficiones, secretos, confidencias, cariño, respeto...y amistad? 

No sé vosotros, pero yo opto por la segunda posibilidad.


María B.

lunes, 4 de marzo de 2013

Malditas apariencias...


Continuamente escuchamos hablar a personas acerca de lo que tienen o tendrán. Esto, provoca en mí una extraña sensación, que se convierte en molesta e inaguantable con el tiempo.
¿Cómo es posible que, viviendo en un mundo como en el que vivimos, existan tantas personas cuyos principales defectos sean el ser egocéntricas, arrogantes y con ansias por tener de todo, y lo que es peor, de ir dándoselo a entender a los demás?

Esta cuestión es muy difícil de contestar, pero desde un punto  de vista filosófico, podría ofrecerse una respuesta como la siguiente: todos los seres humanos, por nuestras capacidades específicas, como son la inteligencia y la capacidad de razonar que nos diferencia del resto de los animales, necesitamos sentirnos fuertes y con algo a lo que aferrarnos. Pero esta necesidad causa malentendidos y equivocaciones.

Si una determinada persona se encuentra en una situación de inestabilidad familiar, social, laboral, económica, etc, tiende a buscar aquello que le haga sentirse más seguro de sí mismo, y le de fuerzas para seguir adelante. Y es en este momento, cuando comienza a alardear de aquello que supuestamente tiene, como una forma de acorazarse y protegerse, ya que mientras los demás no sepan lo que tiene o deja de tener, esa persona carece razones que le imposibiliten el continuar aparentando.

Otra posible teoría es que cada individuo humano es de una determinada manera. No existe ningún ser idéntico a otro, siempre se diferenciarán en algún tipo de actuación, opinión, etc. Y es por esto que hay personas alardeantes, personas que no tienen en cuenta a los demás a la hora de comentar lo que se compraron hace poco, y lo que se comprarán hoy, y mañana...

No creo que exista ninguna otra razón que esté al alcance de mis conocimientos.

 
 
Lo que me gustaría transmitir con esta pequeña reflexión, es que la humildad es una de las mayores cualidades del hombre, y es muy importante potenciarla.
 
No demos a entender aquello que tenemos con la intención de hacer ver a los demás las posibilidades económicas que poseemos entre manos.
 
Pensemos en aquellas "personitas" que no tienen la posibilidad de estudiar, y por tanto, están en desventaja. Pensemos en aquellas almas que sufren a diario la agustia y tirantez del hambre y la miseria, y reflejemos en nuestra mente la cara sonriente de todos aquellos a los que haríamos felices, si les diéramos una vigésima parte de lo que tenemos.
 
María B.
 

viernes, 1 de marzo de 2013

Mi madre...mi guía

Para empezar, planteo unas preguntas a las que nos enfrentamos muy frecuentemente, y a las cuales no sabemos responder con absoluta certeza, bien por miedo de herir a alguien, por no decir lo que otras personas esperan que digas, o bien por falta de valor y exceso de orgullo...

¿Quién es esa persona que te conoce a la perfección, sabe como actuarás en cada momento de tu vida, tus sentimientos y opiniones acerca de religión, política, fútbol, educación, etc?

¿En quién piensas en el momento que te preguntan acerca de la persona a la que más quieres?

Me siento orgullosa de mi misma, porque soy capaz de responder a estas preguntas planteadas, y además, con firmeza y seguridad, y lo más importante...sin miedo a lo que piensen otros de mí.

Mi madre es esa persona. Ella es quien cada mañana me levanta con un beso en la mejilla, y lo que más me gusta, su preciosa sonrisa. Me la regala todos los días, ya tenga un buen o mal día, siempre recibo ese precioso regalo suyo.

Dicen, que cada uno actúa y es, según lo que vive en su ámbito más personal e íntimo, en nuestro caso, lo que vivimos en nuestras casas, además del carácter propio de uno mismo. Con esto no quiero decir que ocurra siempre, es una estimación, pero en mi caso, se cumple, ya que soy una persona muy cariñosa y convivo con alguien que se asemeja mucho a mí. Al crecer en torno a una serie de personas, hace que adquieras las actitudes, valores, normas, que esas ellas tienen, como tuyas. Así comienza el proceso de la socialización primaria, cuyo objetivo es introducir al sujeto en la sociedad en la que va a vivir, y como he mencionado antes, conlleva una gran carga afectiva, debido a que se crean relaciones de cariño, admiración, etc. En pocas   palabras, establecemos un horizonte o un ideal al que hay que seguir, en nuestro primer mundo, el de la infancia.

Desde niña me he enfrentado a continuas preguntas acerca de mis preferencias paternales, y con la inocencia de un niño, yo contestaba lo que sentía, y esto fue lo que hizo que mi padre se enfadara muy a menudo conmigo, exigiendome que debía querer a los dos por igual.
Mi mayor temor, y la pregunta más planteada en mi infantil "cabecita" era: ¿soy una mala persona porque quiero más a "mami" que a "papi"? ¿Dejaré de recibir regalos por Navidad por ser mala?
Afortunadamente tuve una maravillosa persona que me hacía ver, a medida que iba creciendo, que no era mala persona, y que esa pregunta no debía hacérsele a una niña, de entonces, 6 años.




De ella he aprendido a sacar partido a la capacidad que tiene el ser humano de razonar, y de reflexionar, así como el perdonar, comprender, practicar la empatía y ser respetuosa.

Como os habréis dado cuenta, mi madre me ha enseñado todo lo que sé, y soy como soy gracias a ella. En muchas ocasiones me sigo cuestionando si soy mala por no tener en cuenta a mi padre, pero, en ese momento pienso en quien realmente soy, en quien está conmigo VERDADERAMENTE cada minuto del día, y es ahí cuando me contesto a mí misma.

Con esta reflexión acerca de mi ser, no pretendo aburrir, ni causar ofensas, simplemente he querido expresar aquello que siento desde hace mucho, y por miedo, no he tenido el valor de decir.

Y, por fin, a los 16 años, puedo gritar, alto y claro, que mi madre es una persona extraordinaria, mi ídolo, y mi referente...



María B.